El laberinto del consumo de contenido digital: Entre el ruido y la reflexión
La falsa sensación de aprendizaje y crecimiento que se esconde detrás del consumo de contenido digital
Una noche de sábado miraba el móvil sentado en el sofá, mientras mis hijos veían una película en la televisión. Iba pasando, noticias, artículos, ... Mi hijo me preguntó: "- Papá ¿qué miras en el móvil?". "- Leo noticias", le contesté. Ya me había hecho esa pregunta alguna otra vez, pero en esta ocasión me dio por pensar. Llevaba 20 minutos en Bluesky, donde apenas sigo a una veintena de personas y un par de diarios digitales. Hubo algo relevante en ese tiempo dedicado a esta red social? Apenas un post de un historiador comentando y enlazando un artículo que me pareció interesante. Si hubiera leído o guardado el artículo, podría haber defendido que la inversión de tiempo tuvo sentido, pero no. Lo peor de todo: en 20 minutos detecto algo alineado con mis propósitos (aprender Historia o filosofía) y lo dejo pasar para seguir viendo desfilar palabras sin sentido.
Un cambio que no cambió nada
Hace nueve meses me di de baja de Twitter y desinstalé Instagram.
El primero porque se ha convertido en, como dice Nacho Vegas, "una guerra entre el mal y lo neutral y va ganando el mal". Y de Instagram me fui porque, en realidad, nunca lo entendí del todo.
Meses después, las horas que dedicaba a Twitter las pasaba en Bluesky y en YouTube. Había dejado atrás la práctica masoquista de leer a gente que me crispa y saca lo peor de mí para, en su lugar, consumir contenido, digamos, más constructivo.
Yo pensaba, estaba convencido, de que el problema era que mi Twitter estaba lleno de contenido vacío y de odio. Pero que, si dedicaba el tiempo a seguir a gente que comparte cosas interesantes en una red sin un algoritmo envenenado, aprendería. Que si veía contenido en YouTube de expertos hablando sobre temas que me interesan, crecería.
La trampa invisible
Esa es la trampa del consumo de contenido digital.
La sensación de aprendizaje, de crecimiento, es muchas veces una ilusión. Pasamos de consumir contenido tóxico a contenido aparentemente útil, pero el patrón sigue siendo el mismo: el consumo pasivo. Y el consumo pasivo no construye nada. No transforma. No nos acerca a nuestras metas.
Nos decimos que estamos aprendiendo porque estamos expuestos a ideas nuevas, pero ¿las estamos asimilando realmente? La diferencia entre aprendizaje real y consumo pasivo radica en la aplicación. Leer un artículo inspirador o ver un video educativo puede darnos una sensación de progreso, pero si no tomamos medidas concretas, esa sensación es efímera y vacía.
Aprender no es lo mismo que acumular información. Crecer no es lo mismo que consumir contenido. Para que algo nos transforme, necesitamos procesarlo, integrarlo y aplicarlo. Pero en la vorágine del scroll infinito, esa parte del proceso casi nunca ocurre.
Un propósito claro
La solución no es dejar de consumir contenido, sino consumir con intención. No basta con seguir a personas interesantes o ver videos educativos; hay que detenerse, tomar notas, reflexionar, actuar. De lo contrario, estamos solo llenando nuestra mente de ruido que nos da la falsa sensación de estar avanzando.
Si todo lo que consumimos no está alineado con un propósito personal claro, solo estamos perdiendo el tiempo.
Entonces, la próxima vez que tu hijo te pregunte qué miras en el móvil, ¿qué respuesta te gustaría darle?
Recuperar el silencio
Vivimos rodeados de ruido y estímulos: desde que te despiertas recibimos notificaciones constantes, escuchamos música y podcasts mientras caminamos por la calle o incluso mientras trabajamos, realizamos actividades con la television de fondo… Estamos tan acostumbrados a esto, que el silencio se ha convertido en un espacio incómodo.
He comprobado que, tras tanto tiempo de sobre estimulación continua, estar cinco minutos en silencio me generaba ansiedad. El cerebro ha aprendido, hemos enseñado al cerebro que debe estar en un proceso de entrenamiento continuo y sometido a pequeñas gratificaciones instantáneas. Y esto es un problema por dos motivos:
- Atrofia nuestra atención e impide que reflexionemos sobre aquellos que estamos leyendo o escuchando. No nos damos la oportunidad de reflexionar de una forma mínimamente profunda ni de conectar ideas y esto es fundamental para el aprendizaje.
- No nos da espacio para la creatividad, que requiere de las ideas y la reflexion que he comentado en el punto anterior y, sobre todo, tiempo sin distracciones para generar la inspiración que te lleve a crear algo nuevo.
Recuperar el enfoque
A continuación os voy a compartir las reglas que me he puesto para recuperar el enfoque. Seguramente os parecerán cosas de sentido común pero, creedme, para alguien como yo que tenía una relación bastante tóxica con el consumo de contenido está siendo un reto:
- Mientras trabajo, no se escucha música ni podcasts. La gran parte de mi jornada laboral la pasaba con los auriculares escuchando música (por qué me ayuda a concentrarme) o podcasts (porqué así aprendo algo mientras trabajo). Este cambio ha tenido un impacto brutal, realizo mis tareas mejor y más rápido.
- He creado unos espacios para escuchar música y podcasts o ver vídeos. A mi me apasiona la música pero llegó un punto que, debido al hecho de estar contínuamente escuchándola, vi que perdía valor… discos/canciones que me apasionan sonaba como si fuera el hilo musical de unas grandes superficies. Ahora aprovecho los pequeños descansos de trabajo, el tiempo de cocina o limpieza para consumir este contenido, pero nunca mientras hago algo que requiera mi atención completa. Y, por supuesto, en mi poco tiempo libre cuando me apetece, me pongo un disco y a disfrutarlo.
- Consumir contenido solamente de temas alineados con mis áreas de interés para evitar ver vídeos de cosas que no me aportan nada. En Bluesky, por ejemplo, solo sigo cuentas de gente que habla de temas relacionados con data science o historia, que son las cosas que me apasionan.
- En el reposabrazos del sofá siempre tengo un libro, de forma que antes de sacar el móvil para deambular, tengo la opción de seguir leyendo el libro que tengo a medias.
- He definido un ratio de consumo y creación. Me explico, si yo tengo a la semana unas 12-15 horas que puedo dedicar a mis cosas voy a intentar que 4-5 horas sean para “crear” (escribir, dibujar, …). Hay que decir que me está costando encontrar la forma de organizarme para esto pero seguro que con un poco de tiempo lo consigo porqué estoy totalmente convencido de que es súper positivo.
La próxima vez que mi hijo me pregunte qué miro en el móvil espero poder decirle que estoy creando algo, que estoy aprendiendo algo, que estoy haciendo algo que realmente importa. Porque, al final, la vida no se mide por la cantidad de información que consumimos, sino por la calidad de las ideas que generamos, de las conexiones que establecemos, de las acciones que realizamos.
Hasta la próxima! Nos leemos con propósito y sin distracciones!